Desaparecidos de entre la multitud.

Te echo de menos. Ya lo sabes. No lo olvides. Habrán momentos difíciles, lo explicaste con esa maestría que tienen tus manos. Alguna vez no he sido del todo sincero y mi atención se ha centrado más en tus pechos, que en la forma poética qué tienes de hacer la memoria. La cena todavía está por enfriarse. Eres única. He utilizado todos los canales que conozco para hacértelo saber. También algunos de esos que hasta hace tan poco, pasaron tantos años.

Nos compensaremos por ello.

Empezamos con clases de repaso, pasamos (por ser insuficientes, suspensos a la esquina) a las de refuerzo "sólo será un momento" "pasará rápido, ya verás" y al final de vida o muerte. Nos examinaron a diario. Nunca supimos tomar direcciones opuestas.

Qué rápido me encontrabas, cuando me perdía recién levantado.

Te hiciste primera necesidad. Para siempre.

Hace unos días, no te lo expliqué por eso de ir siempre con prisas, en medio de una reunión (ya sabes que me encantan) bromeé con lo de "susto o muerte". Humor negro para algunos. Compadeciéndome porque no saben que como el negro roto de tu ropa interior, como eso no hay ningún susto capaz de hacer de la vida sin él, muerte.

Y vuelves a estar.

Tú, desnuda en cuerpo. Con tus historias en la facultad. Corazones rotos. Enamoraste a las lecciones más veteranas.
Yo, descubriendo que a tu lado no hay un kilómetro en concreto. Es todo el camino. Sin facultades oficiales. Escribiéndote titulado en cafeterías.

Rodeados. Nos sentimos solos. El uno, sin el otro. Es una soledad incapaz de llenarse por nada, nadie lo entenderá. Decides llamarla. Eso me llena de felicidad. Suena tu canción y a medida que lo cuentas todo, esto se hace más de verdad. Todo a una carta, detrás de otra. Que hablen (las cartas) ¿no te parece maravilloso ser nosotros su centro de atención? 

Tú, asustada por creer tanto en perdernos de entre la multitud.
Yo, multitudinariamente recogido. Veo como se deshace el hielo entre tanto café y te envío una fotografía. Hasta que no respondes con un corazón, todo se para, ya nada tiene importancia. Respondes. Y vuelvo a respirar.

Alguna vez he visto el horizonte. Pero no ha sido rodeado. Ni cubierto de multitudes. Tampoco diez mil pies sobre el suelo...

...ha sido contigo y sobre dos, pies, los tuyos.

Desaparecidos de entre toda la hostilidad que socialmente nos apega el pertenecer al grupo. La obligación interior de ser queridos interpretando  a quien no hemos invitado a tomar el café de la hora punta. El té que tanto te gusta desde nuestra última vez.

La mejor.

Antes de cerrar. Antes de hacerlo público y que empiece el antológico proceso de siempre. Léeme un poco más, acábalo conmigo porque he de decirte que desde hace poco ha aparecido alguien nuevo.

Ha cambiado mi vida con sus dudas. A veces dan miedo. Otras nos llena del valor que solo se tiene cuando estás con ella.

Ha cambiado mi vida.

Y ya no quiero que vuelva a ser la misma. La vida.

No sin ella.

En esta nueva vida. Somos más nosotros mismos. Desaparecidos de entre la multitud. Caminando tumbados de entre aquellos caminos que, juventud (divino tesoro, hasta que te acabas y empieza la vida de verdad), nos hiciste creer que no existía nada más allá del entonces.

Desaparecidos de entre la multitud.

El método infalible de felicidad.

Solos, los dos.

Tú y yo.

Juntos, para siempre.  

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Siempre se habla del primer amor, pero pocas veces del de verdad.